El despertador no sonó, estamos llegando tarde a un lugar; nos cambiamos rápido. Sin darnos cuenta perdimos de vista la llave del auto, la buscamos locamente. Suena el teléfono, es nuestro jefe que nos pide que hagamos un trámite antes de llegar. Olvidé que había puesto hacer tostadas, el olor a quemado me lo recordó. Acto seguido tocan timbre, es nuestra vecina que nos hace una serie de preguntas innecesarias. Todos los contratiempos los vamos surfeando, aguantando por dentro la tensión que crece y crece. Volvemos a entrar a la casa y esperábamos ver a nuestro hijo cambiado, listo para salir, pero, al no tener supervisión adulta este olvidó por completo lo que debía hacer, y se dispuso a jugar con algo que encontró en el camino. No aguantamos y descargamos el enojo en el niño. Le gritamos, le decimos que siempre hace lo mismo, que está haciéndonos llegar tarde, y que está castigado por hacerlo. El niño se pone a llorar, lo cual demora más la situación, y hace crecer el enojo que sigue descargándose en la persona equivocada.
Instinto de transferencia del estrés al más débil
Cuando estamos bajo tensión, una parte de nuestro cerebro capta que algo está dañando nuestro bienestar. Y, si no hacemos conscientes nuestras respuestas, nos dejaremos llevar por los mecanismos automáticos que se despiertan en base a ello.
Hoy hablaremos de uno de ellos: el “Instinto de transferencia del estrés al más débil”.
Cuando una persona está bajo estrés, tendrá el instinto de querer descargarlo, transferirlo en otra, pero solo lo hará sobre alguien que sabe que no lo dañará, es decir, lo descargará sobre alguien más “débil”. Este mecanismo neuronal ha sido llamado “instinto de transferencia del estrés al más débil”, y habla del impulso no racional, que parte de una parte de nuestro cerebro como defensa ante una situación estresante. Si nos dejamos llevar por este instinto, impulsivamente buscaremos descargar sobre alguien (no peligroso, más débil anímica o físicamente), la tensión o agresividad interior producida por la situación estresante.
Este mecanismo neuronal que es antiquísimo, proviene de la parte de nuestro cerebro menos evolucionada, llamada “cerebro reptil”. Esta parte, muchas veces, nos lleva de las narices, y más aún cuando se trata de interactuar con los niños en situaciones que nos sobrepasan. Cuando perdemos el equilibrio interior, a menudo le entregamos el poder de nuestras acciones y respuestas a esta parte inconsciente, que termina generando mayor tensión y daño.
¿Qué hacemos para salir de las respuestas dañinas y automáticas?
Obviamente, en el diario convivir con los niños hay situaciones que nos estresan y en las cuales perdemos el control. Esto no solo nos daña a nosotros y también a nuestros hijos o niños a cargo, sino que carga la situación de mayor tensión. Para salir de la rueda:
Observa qué parte de ti está piloteando tu vida ya que, además de dañarte a ti y a la relación con el niño, estarás enseñando lo mismo. Ponte el desafío de estar más despierto en cada acto y respuesta, ¡y disfruta de lo que viene por añadidura!
Autora: Nancy Erica Ortiz
BioEducadora
Facilitadora del Curso a Distancia "Los Niños de Hoy": Consultar por fecha de inicio