Se habla mucho de los problemas con los niños, o de nuestras dificultades a la hora de acompañarlos; de la rebeldía, o incluso, agresión que caracteriza a muchos de ellos. Poco se habla de aquellos niños calladitos, obedientes, que nunca causan problemas, o incluso, que toman roles como si fueran mayores. Y no hablamos de ellos porque estamos acostumbrados a atender las urgencias, aquellas que impiden el desarrollo de la vida que queremos. Y justamente estos niños no solo no son un obstáculo, sino que, al contrario, se adaptan a nuestras necesidades, tiempos, exigencias. Pero, ¿es saludable la actitud que toman?
Cada niño trae consigo un sector intocable. Esas cualidades propias de su espíritu: potencialidades, tendencias y preferencias. Las características de la educación serán fundamentales para que este pequeño pueda expresar y potenciar lo que trae como cualidad individual.
Si el entorno lo contiene flexible y saludablemente, permitirá una sana adaptación; pero, si hay sobre exigencia, presión sobre cómo es mejor ser, el niño se verá obligado a tomar dos posturas: la sobreadaptación o desadaptación.
Hoy hablaremos de la sobreadaptación, y en un próximo artículo trataremos la desadaptación.
Cuando un niño responde a un modelo educativo poco flexible; cuando el afuera está decidido a no adaptarse a él, y al contrario, exige que éste lo haga; cuando comprueba que es más valorado, aceptado o querido si cumple con las expectativas de sus referentes, empieza a dejar de lado lo que realmente es, para convertirse en quien queremos que sea. Se porta “bien”, como se espera que se comporte, no molesta... Se convierte en ese ser ejemplar, ese niño que casi no parece un niño… pero, ¿dónde quedaron las características propias de la infancia?
Para tener un lugar, para asegurarse el amor, el pequeño sacrifica una parte de su ser, pierde conexión con sus cualidades. Se sobreadapta: no es él mismo, es quien el entorno quiere que sea.
Cuando el afuera enjuicia, condena o reprime comportamientos o tendencias naturales del niño, cuando este percibe que no hay espacio para equivocarse, que ante cualquier error o travesura sus vínculos cercanos no tienen tolerancia o flexibilidad para abrazar las situaciones o contenerlo, entonces se sobreadapta.
Pierde la confianza… Siendo más exacto, no confía en que sus referentes puedan soportar, aceptar o contener sus diversas características.
El niño sobreadaptado pierde algo; esa lucecita propia, ese colorcito individual, esa fuerza de vida medio desprolija pero poderosa que todo niño sano porta en su espíritu.
Pero, siempre que hay una sobreadaptación hay un gran esfuerzo, el cual, por supuesto, no puede sostenerse en tiempo prolongado. Es por eso que ese niño que estaba bien, que no causaba problemas, de repente puede hacer un vuelco completo en su carácter, o rebelarse desmedidamente ante todo. Esto a menudo aparece en la pre-adolescencia o adolescencia. Las nuevas condiciones internas de esta etapa le aportan al joven una fuerza nueva, que le permite rechazar lo que ya no puede albergar dentro. Otras veces las crisis pueden manifestarse en enfermedades o síntomas mayores.
Cabe aclarar que no todo niño que tenga buena conducta y actitudes apacibles está sobreadaptado. Hay una gran diferencia entre la sobreadaptación y la adaptación saludable.
Hay algo que es propio de la infancia, es esa desprolijidad, cierta rebeldía, caos, fervientes ganas de vivir la vida. Como he dicho anteriormente, el niño sobreadaptado pierde algo, se desconecta de algo. A menudo puede mostrar desgano, apatía, dificultades sociales, retraimiento, falta de voluntad, vitalidad, o inseguridad ante todo. Puede verse también en cambios bruscos en su carácter, como ciertas crisis incontrolables que aparecen, para luego retirarse por un tiempo.
Incluso, esto último podemos observarlo en los adultos. Muchas veces respondemos como otros esperan que lo hagamos, o como nuestro ideal nos lo exige. Decimos “si” a situaciones con las que en realidad no estamos de acuerdo, dejamos pasar disgustos, no planteamos dificultades ni trabas, pero en un momento estallamos desmedidamente. Visto esto desde la perspectiva del conflicto que ha desatado el estallido, la crisis está sobre dimensionada. ¿Por qué? Porque en realidad no se está haciendo crisis por la situación puntual que la disparó, sino por un acumulamiento causado por una sobreadaptación previa.
Es importante aliviar al niño de nuestras propias exigencias. Cada adulto puede ir registrando cuándo el niño se está sobreadaptando a los propios pedidos pero en el camino ha perdido algo, o cuándo su adaptación es necesaria y saludable.
No hay reglas ni recetas, solo se requiere de un saludable compromiso por parte de los mayores, para poder registrar y registrarse flexiblemente.
Autora: Nancy Erica Ortiz
BioEducadora
Facilitadora del:
Curso a Distancia "Los Niños de Hoy": Consultar por fechas
Curso a Distancia: “Crisis, síntomas y manifestaciones de los Niños de Hoy”: Consultar por fechas
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