Son pura paz, perfección, amor. Están repletos de vitalidad, alegría, inocencia.
Son fuertes, tienen determinación, decisión, coraje.
Están conectados a todo, tienen gran percepción de todo lo que los rodea.
Te observan como mirándote por dentro, y te descubren. Te hacen preguntas sabias sin ningún recelo, con espontaneidad y liviandad.
Tienen la calma de un ángel y la furia de un león. Defienden lo que son, te enfrentan y se enfrentan a lo que sea para no quebrantar esa chispa divina, ese fuego interior que traen y es su real identidad.
Son espíritus antiguos, sabios, fuertes, sensibles, amables, amorosos.
Así son los niños de hoy, así es su naturaleza esencial. Así nacen y así pueden permanecer esencialmente.
Ahora pregunto: ¿Así los vemos? ¿Así creemos que es el niño que está a nuestro lado, o más bien nos encontramos luchando para entenderlo, para adaptarlo a nosotros?
El estilo de vida, los horarios, la rutina, los problemas cotidianos, ¿te han hecho perder de vista la esencia que es el niño y que tu eres también?
La mayoría de las personas que están a cargo de niños no tienen presente el estado interno que este naturalmente trae; y como no lo pueden ver, tampoco lo pueden conservar. A cambio se intenta constantemente llevar al niño al estado desconectado del adulto.
Muchas problemáticas actuales con los niños se deben a algo esencial: No los estamos viendo. Estamos en posiciones distintas, frecuencias diferentes.
Cambia tu frecuencia
Hemos descuidado el contacto real con nosotros mismos, nos hemos desconectado de nuestra espiritualidad innata. Nuestra frecuencia, o estado vibracional, está opacado.
A menudo, cuando nos detenemos de la vorágine de la vida, en vez de sentir paz, quietud, felicidad, vitalidad, hoy, muchas personas sienten ansiedad, angustia, un sinsentido. Por eso, obviamente, se sigue corriendo ya que si esta rueda se detiene, lo que aflora molesta y duele. En este estado vibracional pretendemos guiar a los niños de hoy, comprenderlos, acompañarlos, pero, no hay forma de hacerlo bien así...
Si o si hoy nos encontramos ante el desafío de cambiar nuestra frecuencia; dejar de estar afuera de nosotros; empezar a percibir nuestra necesidad de bienestar real, paz, quietud.
Conectarnos con nuestro espacio interno, salir del miedo de sentirnos, empezar a respirar nuestra verdadera identidad, nuestra fuente divina.
Recién ahí podremos ver lo que tenemos delante en realidad. Es decir, ver al niño en su esencia, y ayudarlo, acompañarlo a permanecer ahí.
¿Por dónde empezar?
Para ti: Busca momentos libres de estímulos externos, donde haya silencio, soledad. No evites la incomodidad, hazte consciente de ella. Empieza a disfrutar de tu riqueza interna. Estar contigo no es un castigo, es una bendición.
Con el niño: La mirada será un portal que te transportará a la esencia del niño.
Tomate momentos especiales de silencio para mirar al niño a los ojos. Pueden ser segundos. Solo míralo y deja que te transporte a la profundidad de su Ser.
Míralo, y siente como te elevas y te colocas en un lugar diferente dentro de ti.
Entra en su frecuencia, en su estado de gracia, en su estado de pureza y perfección.
Míralo, diciéndole gracias porque está aquí y, así tal cual es, es un ser divino y perfecto, reflejo de lo que puedes ser y eres.
BioEducadora
Facilitadora del Curso a Distancia "Los Niños de Hoy"