Aquí hablaré de aquellos niños que una y otra vez te hacen dudar, preguntarte, ¿puedes o no confiar en ellos? Tienden a mentir, a exagerar, a aprovechar esos tiempos donde nadie los mira para hacer algo indebido…?
Tienen inmenso corazón, son tiernos, muchas veces los has visto ser solidarios, generosos y buenos compañeros, pero no tienen claridad cuando se trata del límite, y pareciera que no hay referente alguno que pueda frenar su impulso de querer pasar la raya.
Sus padres, maestros, o quienes se encuentran a su cargo, han perdido la confianza en él. Han comprobado que lo mejor es evitar darle responsabilidades, compromisos o poner algo a su cuidado.
Tanto el adulto como el niño se han colocado en una posición cómoda, donde no hay riesgos, donde nada malo ocurrirá, ni nada nuevo... Pero, ¿sabes qué? lo que nos hace crecer es aquello que nos incomoda, que nos mueve de los lugares seguros, que nos empuja hacia afuera, hacia la vida real.
Si dejaste de confiar fue por un motivo, o muchos, pero no es la solución, más bien, el problema ha mutado y se ha hecho más profundo…
Te diré una cosa, que creo yo, una de las fundamentales, esas que un hijo o un niño a tu cargo nunca debe sentir, jamás pierdas la confianza en él. Pase lo que pase, haga lo que haga, dale una y otra vez la posibilidad de superarse, de sorprenderse de si mismo… Déjalo ante la tentación del bien, y piensa siempre que él puede.
Imagina que no crean en ti, que el afuera una y otra vez te demuestre que tu no puedes cuidar, tener atención, acordarte de algo importante, llegar o quedarte solo en un lugar, ayudar a alguien. Es desesperanzador. El niño que más necesita que confíen en él, es el que menos lo demostrará. Como dice esta frase de Robert Louis Stevenson: "Quiéreme cuando menos lo merezca, porque será cuando más lo necesite."
¿Cómo construir la confianza? Algunos puntos importantes
Para que la confianza se vuelva a construir, sea algo verdadero, sostenido en el tiempo, debe ser un proceso. Se comienza con algo menor en busca de un ideal mayor. Todo sobre una base de sentido común que te ayudará a tener dimensión de lo que cada situación y niño necesitan.
Pero si, por estar tan ligados emocionalmente, sentimos que hemos perdido el sentido común, aquí te dejo unos puntos que pueden ser una referencia, y dar orden a un estado desordenado.
De lo pequeño a lo grande: No se trata de fe una ciega, sino de dar oportunidades que irán en crecimiento. Empieza dando posibilidades pequeñas, puntuales, precisas, sin mucha posibilidad de desvío. Luego, en la medida en que el niño vaya logrando sus objetivos, ve incorporando nuevos desafíos.
Tiempos cortos: Para evitar la frustración, olvidos o desvíos, pide al principio cosas que se puedan cumplir en tiempos cortos. Luego puedes pedir algo que sea sostenido en días, en semanas o meses.
Haz un seguimiento: Acompaña desde los recordatorios, la compañía, la supervisión amorosa; pero luego, prueba soltar por completo y confiar (siempre si estamos contenidos en el marco del sentido común).
Las consecuencias: El niño debe encontrarse con las consecuencias de sus actos. No se trata de ser tan flexibles, que se pueda hacer lo que se quiera sin ver sus resultados. Si cumplió con su tarea, la consecuencia será amena, alegre; si no se pudo, la consecuencia será otra, una menos gustosa, pero que deberá atravesar como parte del aprendizaje.
Ten en cuenta cuál es el logro real: El logro real no es hacer algo perfecto, sin cometer errores. Es el intento, la atención y el compromiso. Es el niño ante la posibilidad de su propio control, autosuperación, el uso adecuado de su energía y responsabilidad.
Recuerda, él puede: Incluso, cuando una y otra vez parece demostrarte lo contrario, acuérdate que todos podemos autosuperarnos siempre. Y, si como padre o maestro, te encuentras ante otra desilusión, recuerda, no es algo que te están haciendo a ti, es algo que deben lograr juntos.
La confianza no es un acto de fe, es un acto de amor. Es la segunda oportunidad, la tercera, la cuarta, no importa, no las cuentes… No cuantifiques el amor porque este no tiene número, ni limite, ni desesperanza. Es incondicional, permanente y poderosamente transformador.
Autora: Nancy Erica Ortiz
BioEducadora
Facilitadora del:
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