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¿Sientes que no eres una buena madre, padre o educador?

¿Sientes que no eres una buena madre, padre o educador?

Por Nancy Erica Ortiz - 8 de Junio de 2019

Todos los que somos padres, madres o estamos a cargo de niños sabemos que, basta con escuchar afirmaciones como “Ser buenos padres implica darle a los niños atención, buenos hábitos, escucha activa, disposición, entrega, aprobación, confianza, estabilidad emocional, paciencia, interés, entre otras”, para rápidamente hacer una autoevaluación y sentir que ¡hemos desaprobado!, que somos malos padres, que fallamos miles de veces, que, incluso, repetimos errores que creímos ya haber desterrado. Para sumarle males al escenario aparece la culpa, el miedo a haber dañado a nuestro hijo en algo irreparable, nos sentimos desahuciados, perdidos. Al rato aparece la esperanza, ¡siii! Impulsados por el deseo de cambio, nos vamos al otro extremo. Rápidamente ponemos en acción una nueva versión de nosotros mismos, esa versión ideal, perfecta, sin faltas. Pero, ¡ups! algo parece no salir como lo planeábamos. Descubrimos que esa nueva versión, con suerte, nos dura un día, quizás dos… Otra vez nos encontramos siendo “el imperfecto”.

¿Es posible ser el educador perfecto?

No hay padres perfectos, no hay forma. Empezando por el hecho de que somos seres humanos en estado de aprendizaje constante, eso ya determina nuestra imperfección. Además, el estar con niños conlleva mucho trabajo diario, trabajo interno y externo. El cansancio, la rutina, la falta de tiempo, los desafíos cotidianos más los conflictos personales nos ponen a prueba constantemente, y no siempre sale todo como quisiéramos. 

Pero, aquí viene lo alentador, resulta que muchas de nuestras imperfecciones a los niños les hacen bien, les aportan una vivencia desafiante pero segura, y esto es lo que les permite ganar habilidades emocionales que serán necesarias para su desenvolvimiento futuro. Los errores que comentemos estando a cargo de niños no solo son parte, sino que son necesarios para que el niño adquiera fortaleza, flexibilidad, tolerancia a la frustración, capacidad de adaptación, entre otras. Dicho de otra manera, el ideal además de no ser posible, no le haría bien al niño. Saber que no todo es color rosa los prepara para desafíos mayores.

Entonces, si los errores cotidianos de la interacción diaria son parte e incluso necesarios, ¿cuál es el límite? ¿Cuándo esos errores o faltas de sus referentes pueden ser dañinos?

El punto de equilibrio

Saber que los errores son parte nos ayuda en algo fundamental: a no ser tan duros con nosotros mismos, a no castigarnos y declararnos “culpables de todo”. Nos da la posibilidad de encarar la educación con más liviandad y optimismo. Pero, a la vez, nunca debemos dejar de buscar la superación personal. Los niños necesitan de nuestro crecimiento interno
Podemos cometer errores, si, pero estos siempre deben dejarnos un aprendizaje, de modo que si los volvemos a cometer sean menos notables, hasta que llegue el momento de disfrutar haber conquistado una nueva faceta nuestra.

Estar con niños puede ser un gran ejercicio espiritual y emocional. Ellos nos permiten practicar la entrega, nos invitan (y muchas veces, obligan) a estar presentes, nos ayudan a ser más pacientes, empáticos, sensibles, flexibles, y nos enseñan el condimento tan hermoso y único de la infancia, mirar la vida con ojos mágicos.
Así que, declárate tranquilo una madre, un padre o educador imperfecto; ¡declárate en aprendizaje! No pierdas tu espíritu alegre ante los desafíos, esta será la base para tu salud y felicidad, y por ende, de los niños.

Autora: Nancy Erica Ortiz
BioEducadora

Facilitadora del Curso a Distancia "Los Niños de Hoy" 

Taller: La Herida de Desvalorización
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