¿Recuerdas que, cuando eras pequeño, solías tener juguetes de todo tipo, o que algo simple se transformaba en el entretenimiento de la tarde completa? ¿Recuerdas que jugabas con otros niños en las veredas, andando en bicicleta, persiguiéndote, trepando arboles creando chozas o refugios? ¿Recuerdas que inventabas juegos, cuentos, historias; hablabas solo, o más bien, acompañado por tu mundo interno enriquecido?
Hoy en día, cuando miramos hacia nuestro alrededor, es común ver a los niños desde muy temprana edad pegados a una pantalla, inclusive en lugares donde hay otros tipos de juegos.
Hoy, cada vez vemos menos niños creando, jugando, corriendo. Parece ser que todo esto ha pertenecido a otra época, cuando la invasión o conquista tecnológica aún no había ocurrido…
En un experimento que hizo una marca de cereales (Nature Valley) en EEUU, se preguntó a tres generaciones qué era lo que les divertía durante su infancia. Los abuelos contestaron "recoger arándanos o cultivar sandías"; los padres respondieron "jugar al escondite con sus amigos", y los niños dijeron "jugar con mis videojuegos", "usar su teléfono móvil o escribir mensajes por 3 o 4 horas". Algunos también expresaron: "Me moriría sin mi tablet".
Te invitamos a ver el video y reflexionar sobre ello:
Jugar parece una actividad simple, algo no demasiado relevante. Además, cuando un niño juega puede generar desorden, descontrol, se puede ensuciar o lastimar; seguramente también para hacerlo, necesitará de la dedicación o disponibilidad de los grandes. Por eso, el juego no se ha cuidado ni fomentado. La vida se ha hecho práctica, rápida, limpia, segura y cómoda para el adulto, pero pobre, sin energía vital ni nutrición verdadera, para el alma del niño.
Se ha recurrido demasiado fácil al uso de la tecnología, cuando, en realidad no tenemos idea del valor y lo necesario que es el juego para la conformación de la personalidad, la maduración del mundo afectivo, en el desarrollo cerebral, motriz y sensorial del niño.
Hoy, la creciente habilidad del niño en el uso de la tecnología, va en detrimento de habilidades irremplazables y absolutamente necesarias para su desenvolvimiento saludable.
Hoy, vemos niños que no pueden concentrarse, con problemas de aprendizaje o del lenguaje; niños que están constantemente ansiosos, que no saben manejar su cuerpo, que no pueden atarse los cordones o hacer un salto rítmico. Los vemos desconectados, apáticos, sin interés por nada ni nadie. ¿Dónde están las cualidades propias de la infancia?
Están en peligro… la tecnología está matando la infancia, ¿vamos a permitirlo?
Si quieres un niño sano, fuerte, flexible, con capacidad para crear, sociabilizar con otros; ágil, despierto, conectado consigo mismo, entonces, QUE NO DEJE DE JUGAR. Es momento de dejar el consumismo tecnológico, y conectar con la vida real.
Autora: Nancy Erica Ortiz
BioEducadora
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